domingo, 4 de mayo de 2008

La importancia de la prevención

Dr. Enrique A. Antonini (*)


El viejo y conocido refrán, “más vale prevenir que curar”, tiene en el caso de las adicciones un valor especial. No obstante, en muchas ocasiones, se contraponen los términos como si el acento puesto en la prevención, en la rehabilitación, o en la represión, significasen tendencias excluyentes entre sí, que caracterizan políticas contrapuestas en la lucha contra la droga.
Nada más erróneo, pues la prevención no es una palabra mágica que pueda solucionar el problema con recursos exclusivamente persuasivos o educativos, disuasorios del consumo, sino la consecución de condiciones sociales de calidad de vida y estilo de conducta que son incompatibles con el proceso degenerativo de la personalidad que provocan las adicciones. El alcance de las mismas incluye la labor educativa, la sanitaria y la lucha contra la oferta que promueve el narcotráfico, junto a los niveles de ocupación, cultura y empleo del tiempo libre, propios de una sociedad justa y moderna.
Es así, entonces, que la importancia del concepto de prevención reside en que ninguna campaña será positiva si contiene exclusivamente una prédica negativa, dejando a aquellos quienes se quiere defender desprovistos de otro apoyo que un marco de prohibiciones que, en ocasiones, no pueden ser comprendidas.
La información alarmista o catastrófica, sin apoyos positivos, puede llevar a efectos contraproducentes o a estímulos de curiosidad perjudiciales si, aún advertida la sociedad de determinados peligros, no se le ofrecen estilos de vida alternativos en su vida cotidiana. Eso nos hace pensar en la necesidad de un esfuerzo informativo superior al desarrollado hasta el momento.
La falta de información sobre los efectos y consecuencias que ocasiona el consumo de drogas en el momento en que los jóvenes comienzan a tomar contacto con los problemas que los rodean hace necesario incluir el tema de la prevención de las adicciones en los programas de estudio, a partir de los primeros grados de la enseñanza primaria.
Los establecimientos educativos de todos los niveles no pueden permanecer indiferentes y ajenos al entorno social cotidiano, para contribuir a erradicar los peligros que a diario acosan a los niños y adolescentes, y poder apostar a una juventud consciente y comprometida con su tiempo.
Es evidente que la mejor prevención es evitar el “vacío” que puede rellenarse con cualquier conducta equivocada, como lo sería la de la adicción a las drogas, ya que una degradación de valores e ideales de vida, pueden contribuir a extenderlo. De allí, entonces, la gran responsabilidad de quienes favorecenuna cultura de objetivos burdamente materialistas y posponen la formación ética a una educación puramente instrumental o funcional, acompañándolos de ejemplos desmoralizadores del estilo de vida.
Una visión negativa y denigrante de una sociedad carente de ilusiones, de estímulos atractivos y de valores sólidos, puede ser el punto de partida hacia una actitud predispuesta a la marginación voluntaria y, desde esa automarginación, la posibilidad de caer en la drogadicción o en cualquier otra experiencia, está muy cercana.
La alteración de la personalidad que lleva al submundo de las adicciones no es contagiosa ni hereditaria. Por el contrario, es uno de los caminos que, por lo general, la juventud suele transitar cuando no encuentra solución a sus problemas. Tanto es así, que la falta de horizontes laborales, y personales, el estancamiento, el desamparo, la falta de amor, el exceso de tiempo libre, la marginalidad y la pobreza, son factores que llevan a elegir esa vía. Con el agravante de que quien padece este problema tiene más temor a la vida que a la muerte.
El problema radica, por tanto, no solo en la presentación de una sociedad en la que merezca la pena estar integrado y que ofrezca cambios abiertos a la integración, sino que además, dicha sociedad contenga los valores positivos suficientes para no defraudar totalmente.
En la concepción del hombre como integrante de un sistema social de valores positivos nos encontramos con la familia como célula básica y, por consiguiente, con la primera instancia socializadora en la que se desarrollan el aprendizaje de hábitos y valoraciones más esenciales, anterior ysuperior a cuanto pueda hacerse o bien desde la escuela o desde los medios de comunicación social. Por consiguiente, la transmisión de valores y modelos de conducta de padres a hijos es el más perenne método de formación humana.
Las experiencias familiares tienen una fuerte incidencia en la aparición o no de los problemas relacionados con las adicciones en la juventud. Los lazos familiares junto con una comunicación efectiva entre padres e hijos, pueden ayudar a proteger a los chicos de los innumerables factores emocionales y sociales que provocan el consumo de sustancias estupefacientes.
Tradicionalmente, la actividad preventiva del abuso de drogas, ha estado orientada a la represión del tráfico. Hoy, la educación como estrategia preventiva asume un rol fundamental. Solo a través de un conocimiento más exacto de los procesos de acercamiento a las drogas, de los factores desencadenantes y de sus consecuencias se logran posiciones preferenciales en el abordaje del tema. Pero no se podrán obtener adelantos concretos en materia de prevención de las adicciones, sino se desarticula de raíz la “cultura”de la droga, resultado de una manipulación astuta y bien urdida por legiones de individuos que militan al servicio de los traficantes de estupefacientes, integrantes de verdaderas organizaciones criminales con un poderoso poder económico y corruptor.

(*) Abogado

FUENTE: REVISTA HABLEMOS

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